Esta joven
artista aruquense, autodidacta, realiza una pintura figurativa, realista, ve el
mundo como es, no realiza aportaciones o juicios propios. A esta creadora le
encantan los colores vivos,la luz de nuestra tierra canaria, expresa su alegría
interior por medio de los lienzos y los óleos de colores vivos y brillantes,
con gran influencia de la escuela indigenista y concretamente de Jorge Oramas
de la que realiza una copia fiel de su obra: ‘Las
Lavanderas’, artista que nació en Gran Tarajal en 1911 y falleció en Las Palmas
de Gran Canaria en 1935.
La obra de Lidia Quintana es un poema
al color, al realismo, a las calidades táctiles de los objetos, donde el cristal
es totalmente translucido, y donde la fruta se puede saborear. En los paisajes típicos
de nuestra tierra canaria que representa no coloca figuras humanas, le pasa
todo el protagonismo a la arquitectura y al paisaje; pero juega con el espectador, usando el color
y la línea para llevar la mirada a todas las partes del mismo, y permite al
espectador poder caminar por esos lares, y donde al fondo de uno de ellos observamos
el mágico Roque Nublo.
En las realistas representaciones de
animales, muestra el cariño maternal, que ella misma siente en su alma, incluso
dándole un mayor protagonismo al potro que le resta importancia a la gran
mancha blanca de la yegua, ya que ella con su hocico antepone al hijo. Estas
enormes figuras del primer plano restan jerarquía al resto de la obra, ya que
en sí mismas son de gran importancia.
En la representación humana, le da un
gran valor a las carnaciones, el lienzo que envuelve a la representada también
muestra su calidad táctil, perfectamente podría ser un raso ligero.
Como decía el poeta latino Horacio, que
vivió entre el 65 AC y el 8 AC, Una
pintura es un poema sin palabras. Pues de
esta forma se refleja las creaciones de esta artista, y a la que le auguro un
brillante futuro.